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Solo una de cada 15 viviendas de Valladolid logra el aprobado en consumo energético

¿Existe la vivienda perfecta desde el punto de vista de la eficiencia y consumo de energía? ¿Hay alguna en Valladolid que haya logrado la 'A' en el examen del certificado energético, o eso es un mito, algo así como Eldorado? ¿Es posible encontrar ese piso o chalé con tan buen aislamiento térmico que el frío y el calor no entren nunca; que tenga unas ventanas tan herméticas que solo permitan el paso de la luz natural; cuya caldera apenas emita CO2; por supuesto con toda su iluminación de tipo led; que utilice la geotermia; disfrute de la orientación óptima y esté construida con unos materiales tan eficientes que hagan que consuma hasta el 50% menos de energía que otro inmueble de tamaño similar pero de construcción convencional? La respuesta es que sí y que son muy pocas. En concreto, menos del 1%.
 

Según el Registro de Certificados de Eficiencia Energética de Castilla León, en Valladolid han logrado la máxima puntuación 233 viviendas de las 28.987 examinadas, de las que 72 están en la capital y las 161 restantes, en la provincia. Estos certificados van de la A a la G y consideran que el aprobado va de la A a la C. Con esta premisa, suspenden el 93,6% de todos los inmuebles analizados.

En concreto, de esas casi 29.000 edificaciones que se han sometido al examen -muchas de ellas debido que a es un requisito imprescindible para alquilarlas- 19.900 son viviendas individuales en bloques; 3.500 son viviendas unifamiliares adosadas; 1.900, locales; 824, chalets pareados; más de 500, bloques de viviendas completos y el resto, oficinas, hoteles e instalaciones deportivas, sanitarias, etc.

La calificación más frecuente es la E, con 16.831, es decir, el 58% del total. La siguiente es la D, que es algo así como el suspenso por los pelos, con 4.502. Además de las 233 con resultado A, otras 309 han logrado la B y 1.319 más, la C. El balance de aprobados es, pues, de 1.861, o lo que es lo mismo, una de cada quince sometidas a la prueba.

Mejor de lo esperado

La capital vallisoletana tiene más de 164.000 inmuebles, según el último censo del INE, y más de la mitad de ellos datan de antes de 1980, de modo que este año cumplirán un mínimo de 39 años. Esto hace muy difícil conseguir el 'sobresaliente', pero, para consuelo de sus inquilinos, a la vez ofrece un amplio margen de mejora.

En realidad, Valladolid no está tan mal si tenemos en cuenta que un estudio con los más de 70.000 certificados emitidos por la tasadora Tinsa desde 2013 da como resultado que la calificación más común en España es también la E (presente, sin embargo, en menos viviendas que en el caso de la provincia vallisoletana, en concreto en el 42% de la muestra), seguida de la G (37%). Valladolid solo tiene el 9,3% de G.

«Hasta un período relativamente reciente -explican desde Tinsa-, no existía una cultura de inversión en eficiencia energética. Daba igual que una vivienda tuviera calefacción central o individual, de carbón o de gas, puesto que no suponía una gran diferencia de valor entre viviendas similares en tamaño y estado de conservación».

Sin embargo, la crisis económica unida a la subida generalizada del precio de la energía y el endurecimiento del marco normativo impulsado desde Europa han supuesto un punto de inflexión en esta área, puesto que ya se han reformado edificios enteros en aras de la sostenibilidad medioambiental. Ahí está el ejemplo de programa de rehabilitación integral del poblado de Fasa, cuyas viviendas ahora se calientan con biomasa.

A día de hoy, las viviendas de segunda mano suelen quedarse con las calificaciones D, E, F y G. «Esto quiere decir que, si tenemos un piso con una calificación G, la mayor reforma que podemos acometer nos daría como máximo para alcanzar una etiqueta D, ya que para seguir subiendo escalones, necesitaríamos un rehabilitación tan profunda que implicaría a toda la comunidad de propietarios», explican desde la tasadora.


Margen de mejora
Las viviendas más antiguas que pretendan mejorar su calificación pueden realizar algunas inversiones básicas, como el cambio de ventanas simples por otras de doble capa de vidrio y rotura de puente térmico; o la sustitución de las calderas tradicionales, que necesitan consumir mucha energía, por calderas de condensación de alto rendimiento.

El actual marco regulatorio, el Código Técnico de Edificación, establece una estricta normativa de eficiencia, seguridad y habitabilidad que debe de cumplir un edificio, que se traduce en que las viviendas nuevas tengan una calificación A, B o C.

En cuanto a cómo puede influir la calificación energética en el valor de un inmueble, el técnico tasador especialista en eficiencia energética Diego Blanco sostiene que «aunque es muy difícil de cuantificar, el valor por m2 entre viviendas calificadas como A+ y E podría incrementarse hasta el 12%».

Los informes técnicos de Certificación de Eficiencia Energética no sólo determinan la clasificación del inmueble en función de su eficiencia en el consumo de energía y el nivel de emisiones de CO2, sino que incluyen propuestas de mejora sobre características individuales del inmueble con vistas a reducir el consumo, evitar su obsolescencia energética y favorecer su puesta en valor. Estos certificados son obligatorios para todos aquellos inmuebles que se vendan o alquilen, según establece el real decreto 235/2013.

De acuerdo con el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), la calefacción es responsable del 55,3% del consumo energético de los hogares de Valladolid, provincia incluida en la zona de la Península Ibérica con clima continental. El 17,4% del consumo se lo lleva el agua caliente; el 6,5% la cocina; y el 2,6% la iluminación. El 17,6% de la energía la requieren los electrodomésticos, entre los que el frigorífico (30%) se lleva la mayor parte, seguido de la televisión y la lavadora (12% cada una). El horno consume el 8% y los 'stand-by' de los aparatos electrónicos, el 10,7%.

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